El amoníaco disociado es una mezcla gaseosa compuesta principalmente por hidrógeno (75%) y nitrógeno (25%), generada normalmente mediante el craqueo térmico del amoníaco en un generador de gas. Esta mezcla es particularmente eficaz para limpiar superficies de cobre y latón, eliminando la oxidación sin necesidad de fundente.
Composición y generación:
El amoníaco disociado se crea descomponiendo el amoníaco (NH3) en sus elementos constituyentes, hidrógeno y nitrógeno, mediante un proceso conocido como craqueo térmico. Este proceso consiste en calentar el amoníaco a una temperatura elevada, lo que provoca su disociación en sus componentes. La mezcla gaseosa resultante es rica en hidrógeno, lo que resulta beneficioso para reducir los óxidos superficiales de los metales, mejorando sus propiedades superficiales para una mejor fluidez y adherencia del material.Aplicaciones:
La principal aplicación del amoníaco disociado es el tratamiento de metales, especialmente cobre y latón, donde ayuda a eliminar la oxidación. También se utiliza en procesos de tratamiento térmico en los que un entorno rico en hidrógeno es beneficioso para mejorar las propiedades de la superficie metálica. Sin embargo, ciertos metales, como el acero inoxidable de la serie 300, se tratan mejor en una atmósfera 100% de hidrógeno para evitar posibles daños por la exposición al nitrógeno a altas temperaturas.
Desventajas:
A pesar de su importancia histórica y de su utilidad general en los procesos de tratamiento térmico, el amoníaco disociado presenta varios inconvenientes. A menudo no optimiza las propiedades de la pieza metálica, proporcionando resultados aceptables pero no óptimos. El aumento del coste del amoníaco de grado metalúrgico y las normativas cada vez más estrictas en torno a su almacenamiento y distribución también plantean retos importantes. El riesgo de fugas accidentales y el potencial de sabotaje se suman a las preocupaciones operativas y de seguridad asociadas al uso de amoníaco disociado.
Consideraciones reglamentarias y de seguridad: