El proceso de tratamiento térmico al vacío suele durar entre tres y 24 horas, en función de los requisitos específicos de la pieza y del tipo de metal tratado. Este plazo incluye el tiempo de inmersión, que es la duración necesaria para que un compuesto químico de purga complete su reacción, garantizando que se consigan los cambios deseados en la microestructura del material.
Explicación detallada:
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Calentamiento y tiempo de inmersión: El proceso comienza con la colocación de las piezas metálicas en una cámara de tratamiento sellada. Un sistema de bombeo al vacío evacua el aire, creando un entorno inerte. A continuación, las piezas se calientan a temperaturas extremadamente altas, de hasta 1.316 °C (2.400 °F), a un ritmo controlado. El tiempo de inmersión, una fase crítica en la que se mantiene la temperatura para permitir las transformaciones metalúrgicas necesarias, varía significativamente en función de las especificaciones de la pieza y las propiedades del metal. Este tiempo de inmersión puede variar desde unas horas hasta más de un día, garantizando una penetración y reacción del calor completa y uniforme.
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Enfriamiento: Tras el periodo de inmersión, la temperatura se reduce gradualmente. El proceso de enfriamiento también se gestiona cuidadosamente para evitar cambios bruscos que puedan provocar choques térmicos u otros efectos perjudiciales para la integridad del material. La elección del medio y la velocidad de enfriamiento se adaptan al material específico y a las propiedades finales deseadas de la pieza.
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Control por ordenador: Durante todo el proceso, desde el calentamiento hasta el enfriamiento, las operaciones se controlan por ordenador. Esta automatización garantiza una alta precisión, repetibilidad y uniformidad en el tratamiento, lo que es crucial para mantener una calidad y un rendimiento constantes de las piezas tratadas.
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Ventajas y aplicaciones: El tratamiento térmico al vacío es especialmente beneficioso porque evita la oxidación y la descarburación, problemas habituales en los tratamientos térmicos convencionales. Este método también evita la fragilización por hidrógeno y mejora significativamente las propiedades mecánicas de los materiales. Las piezas tratadas suelen presentar una mayor durabilidad y rendimiento, con vidas útiles que pueden ser decenas o incluso cientos de veces superiores a las tratadas con métodos convencionales.
En resumen, la duración del proceso de tratamiento térmico al vacío es flexible, diseñada para satisfacer las necesidades metalúrgicas específicas de las piezas tratadas. El entorno controlado y el tiempo preciso garantizan que las piezas alcancen sus propiedades mecánicas óptimas sin los inconvenientes típicos asociados a los tratamientos térmicos atmosféricos.
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