Los metales susceptibles de tratamiento térmico son el hierro, el acero, las aleaciones de aluminio, cobre, magnesio, níquel, titanio, superaleaciones, materiales reactivos y refractarios, acero inoxidable, latón y bronce.
Hierro y acero: Estos son los materiales más comúnmente tratados térmicamente, utilizados en diversas industrias debido a su versatilidad y durabilidad. Los procesos de tratamiento térmico como el recocido, el temple y el revenido se aplican habitualmente para modificar sus propiedades, como la ductilidad y la tenacidad.
Aleaciones de aluminio, cobre, magnesio, níquel y titanio: Estas aleaciones también se someten con frecuencia a tratamiento térmico. Por ejemplo, las aleaciones de aluminio suelen someterse a tratamiento térmico para mejorar su resistencia y durabilidad, lo que las hace adecuadas para aplicaciones aeroespaciales. Las aleaciones de cobre, como el latón y el bronce, se someten a tratamiento térmico para mejorar sus propiedades mecánicas y se utilizan en aplicaciones como instrumentos musicales y fontanería.
Superaleaciones y materiales reactivos/refractarios: Estos materiales, entre los que se incluyen los resistentes al calor a base de níquel, hierro-níquel y cobalto-níquel, así como el titanio, suelen tratarse térmicamente al vacío para evitar la contaminación y alcanzar altos niveles de pureza y rendimiento. Son cruciales en entornos de altas temperaturas, como los sectores aeroespacial y energético.
Acero inoxidable: Este es otro material que se beneficia del tratamiento térmico, que puede mejorar su resistencia a la corrosión y sus propiedades mecánicas, lo que lo hace ideal para equipos médicos y de procesamiento de alimentos.
Latón y bronce: Estas aleaciones de cobre también se tratan térmicamente, sobre todo en la fabricación de instrumentos musicales, donde las propiedades mecánicas precisas son cruciales.
Los procesos de tratamiento térmico consisten en calentar los materiales a una temperatura específica, mantenerlos a esa temperatura durante un tiempo determinado y, a continuación, enfriarlos según los métodos prescritos. Esto puede ir desde un enfriamiento rápido a un enfriamiento lento, dependiendo del resultado deseado. Estos procesos pueden alterar significativamente las propiedades de los metales, haciéndolos más adecuados para aplicaciones específicas.
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