El tungsteno no se utiliza habitualmente como elemento calefactor debido, sobre todo, a su susceptibilidad a la oxidación y la fragilidad a temperaturas elevadas y a sus difíciles propiedades de fabricación. Aunque el tungsteno tiene un alto punto de fusión y una excelente estabilidad térmica, lo que lo hace adecuado para aplicaciones de alta temperatura, su tendencia a oxidarse rápidamente en el aire por encima de 500°C y su fragilidad a bajas temperaturas limitan su uso práctico como elemento calefactor en muchos entornos industriales.
Oxidación y fragilidad:
El tungsteno se oxida en el aire a partir de unos 500°C y este proceso se acelera por encima de los 1200°C. Esta rápida oxidación no sólo degrada el material, sino que también compromete su integridad estructural, lo que lo hace inadecuado para su uso en entornos al aire libre, donde los elementos calefactores suelen estar expuestos al oxígeno. Además, el tungsteno es propenso a la fragilización, que puede provocar fallos mecánicos bajo tensiones térmicas y mecánicas. Esta susceptibilidad requiere un cuidadoso control de la temperatura y atmósferas protectoras, lo que complica su uso y aumenta los costes operativos.Retos de fabricación:
El tungsteno puro es notoriamente difícil de mecanizar y fabricar debido a su elevada temperatura de transición de dúctil a quebradizo. Esto significa que por debajo de cierta temperatura, el tungsteno se vuelve quebradizo y propenso a agrietarse o romperse, lo que complica el proceso de fabricación. La fragilidad del material a bajas temperaturas también dificulta su trabajo, que requiere técnicas y equipos especializados. Además, el tungsteno no puede estirarse o extruirse fácilmente en tubos, que son las formas habituales de los elementos calefactores, sin procesos especializados y costosos.
Consideraciones operativas: