El crisol utilizado para quemar muestras a altas temperaturas suele ser de cerámica de alúmina, que puede soportar temperaturas de hasta 1800℃ para un uso a corto plazo. Los crisoles de cerámica de alúmina son adecuados para fundir muestras con sustancias ácidas, pero no se recomiendan para muestras con sustancias alcalinas como NaOH, Na2O2 o Na2CO3, ya que pueden provocar corrosión. Además, estos crisoles deben mantenerse alejados del ácido fluorhídrico (HFA).
Los crisoles cerámicos de alúmina, especialmente los que tienen una pureza del 99%, presentan excelentes propiedades de aislamiento a altas temperaturas y resistencia mecánica. Tienen una gran conductividad térmica y una baja expansión térmica, lo que los hace ideales para su uso en atmósferas de reducción-oxidación de hasta 1700℃. A estas temperaturas, la cerámica de alúmina no reacciona con el aire, el vapor de agua, el hidrógeno o el CO, lo que garantiza la estabilidad y la seguridad durante las operaciones a alta temperatura.
En el análisis químico, los crisoles son cruciales para el análisis gravimétrico cuantitativo, en el que se mide la masa de un residuo o precipitado tras calentarlo para eliminar todos los volátiles y la humedad. El proceso consiste en pesar previamente el crisol y la tapa, colocar el residuo en papel de filtro "sin cenizas" dentro del crisol y calentar hasta que el papel de filtro se queme por completo. A continuación, el crisol se enfría y se vuelve a pesar para determinar la masa del residuo seco.
Un tipo específico de crisol, conocido como crisol de Gooch, está diseñado con fondos perforados para la filtración en el análisis gravimétrico. Estos crisoles son herramientas esenciales en los laboratorios donde se requiere una medición precisa de los residuos de las muestras.
En general, los crisoles cerámicos de alúmina son la opción preferida para aplicaciones de alta temperatura debido a su durabilidad, resistencia a las reacciones químicas y capacidad para mantener la integridad estructural a temperaturas extremas.
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