El punto de fusión de un crisol puede variar en función del material del que esté hecho.
Por ejemplo, un crisol de platino puro tiene un punto de fusión superior a 1770°C. Sin embargo, si se alea con rodio, el punto de fusión puede elevarse aún más. Una aleación de platino y rodio compuesta por un 10% o un 3,5% de rodio tiene un punto de fusión de 1780-1850°C.
Otros tipos de crisoles, como los de grafito arcilloso y carburo de silicio aglomerados con carbono y cerámica, se utilizan habitualmente para fundir y mantener diversos metales y aleaciones. El intervalo de temperatura de estos crisoles puede variar en función del metal o la aleación específicos que se fundan. Por ejemplo, el aluminio y las aleaciones de aluminio, el cobre y las aleaciones a base de cobre, y los metales preciosos suelen requerir crisoles que puedan soportar temperaturas comprendidas entre 400°C/750°F y 1600°C/2912°F.
Es importante no calentar un crisol por encima de su temperatura máxima, ya que esto puede provocar un fallo peligroso del crisol. Del mismo modo, trabajar por debajo del límite inferior de temperatura del crisol también puede causar problemas, como la oxidación del material del crisol.
También hay que tener en cuenta las propiedades de los crisoles de alúmina. La alúmina suele elegirse por su bajo punto de fusión, que ronda los 2.000 °C (3.600 °F), inferior al de otros materiales de crisol habituales, como el grafito o el molibdeno. La alúmina también tiene una alta conductividad térmica, lo que facilita su manipulación y requiere menos energía para calentar el crisol. Además, la alúmina es más dura que el hierro o el grafito, lo que le proporciona una mayor resistencia y le permite soportar una mayor presión interna debido a la expansión térmica.
En general, el punto de fusión y las propiedades de un crisol dependen del material del que esté hecho y de los metales o aleaciones específicos que vaya a manipular.
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