El recocido total del acero es un proceso que implica calentar el material por encima de un rango de temperatura específico. Este intervalo de temperatura se conoce como temperatura crítica superior (Ac3), que suele situarse entre 816 °C y 927 °C (1500 °F y 1700 °F).
5 pasos clave para el recocido total del acero
1. Calentamiento por encima de la temperatura crítica superior (Ac3)
La temperatura crítica superior (Ac3) es el punto en el que la ferrita se transforma completamente en austenita durante el calentamiento. Calentando el acero por encima de esta temperatura, todo el material se convierte en austenítico. Esta transformación es necesaria para conseguir una microestructura uniforme y blanda tras el enfriamiento.
2. Mantenimiento a temperatura
Una vez alcanzada la temperatura deseada, el acero se mantiene a esta temperatura elevada durante un tiempo suficiente. Este tiempo de mantenimiento permite la transformación completa en austenita y garantiza que el material alcance una temperatura uniforme en todo su espesor. Esta uniformidad es crucial para que se produzcan cambios microestructurales consistentes.
3. Enfriamiento lento
Tras el mantenimiento de la temperatura, el acero se enfría lentamente en el horno. Esta lenta velocidad de enfriamiento es esencial para permitir que la austenita se transforme en una microestructura más blanda y dúctil, normalmente perlita o esferoidita, dependiendo de la velocidad de enfriamiento y de la composición del acero. El enfriamiento lento impide la formación de martensita, que es una microestructura dura y quebradiza que se forma durante el enfriamiento rápido (temple).
4. Gama de temperaturas para el recocido total
El intervalo de temperatura específico para el recocido total es de 816°C a 927°C (1500°F a 1700°F). Esta gama garantiza que el acero se caliente lo suficiente como para sufrir las transformaciones necesarias sin causar daños por sobrecalentamiento.
5. Importancia de la atmósfera controlada
Durante el proceso de recocido, es crucial mantener una atmósfera controlada en el horno para evitar la oxidación y descarburación de la superficie del acero. Esto es especialmente importante para conseguir una superficie limpia y sin incrustaciones, lo que resulta esencial para aplicaciones en las que la calidad de la superficie es crítica.
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