El grafito es muy resistente al calor y puede mantener su estructura y forma incluso a temperaturas de hasta 5000°F.
Esto lo hace adecuado para su uso en hornos y procesos a altas temperaturas.
Sin embargo, es importante tener en cuenta que el grafito es sensible al oxígeno y no debe exponerse al aire a temperaturas elevadas.
La oxidación en el aire comienza alrededor de los 500°C (932°F) y avanza rápidamente, provocando finalmente fallos estructurales si se expone repetidamente.
4 puntos clave que conviene conocer
1. Resistencia a altas temperaturas
La alta estabilidad térmica del grafito y su resistencia al choque térmico, la oxidación y las abrasiones lo convierten en una opción popular para diversas aplicaciones.
2. Crisoles y materiales aislantes
Los crisoles de grafito, por ejemplo, son conocidos por su gran resistencia a la corrosión por soluciones ácidas y alcalinas, su alta resistencia mecánica y su larga vida útil.
Los materiales aislantes de grafito también tienen excelentes propiedades de aislamiento térmico, lo que minimiza la pérdida de calor y garantiza su longevidad.
3. Sensibilidad al oxígeno
El grafito debe protegerse de la exposición al aire a temperaturas elevadas para evitar la oxidación y el fallo estructural.
4. Aplicaciones versátiles
Sus propiedades de resistencia a la temperatura lo convierten en un material valioso para numerosas aplicaciones de alta temperatura.
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