Sí, hay que templar el crisol antes de usarlo. El proceso consiste en calentar el crisol vacío a una temperatura de unos 500 grados Fahrenheit y mantenerla durante 20 minutos. A continuación, se pone el crisol al rojo vivo, se apaga el fuego y se deja enfriar lentamente. Este proceso elimina la humedad del crisol, dejándolo listo para su uso.
La razón para templar el crisol es asegurarse de que está libre de cualquier humedad que pudiera causar daños o fallos durante el proceso de fusión. La humedad puede provocar un rápido deterioro del crisol y la contaminación de la masa fundida, lo que puede ser perjudicial para las prácticas de fusión y mantenimiento de la temperatura del metal.
Al templar el crisol, también se asegura de que pueda soportar la velocidad de cambio de temperatura, lo que es crucial para su capacidad de resistir el choque térmico. Esto es especialmente importante en las aplicaciones de fundición, donde las temperaturas pueden cambiar varios cientos de grados en cuestión de segundos.
En resumen, el templado del crisol es un paso necesario para garantizar su durabilidad, estabilidad y resistencia al choque térmico, lo que lo hace adecuado para las prácticas de fusión y mantenimiento que implican temperaturas del metal.
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