La temperatura de funcionamiento de un horno de crisol puede variar mucho en función de los materiales específicos que se fundan y del diseño del horno. Por ejemplo, en una atmósfera de reducción-oxidación, un crisol cerámico con un 85% de alúmina puede funcionar eficazmente a temperaturas comprendidas entre 1290°C y 1350°C, con una temperatura máxima de trabajo a corto plazo de 1400°C. Sin embargo, el intervalo de temperaturas de funcionamiento estándar para la mayoría de los procesos de hornos de crisol se sitúa entre 175°C y 730°C, con aplicaciones especiales que amplían estos intervalos desde 120°C hasta 925°C. Es crucial asegurarse de que el crisol no se calienta por encima de su temperatura máxima para evitar su rotura, que puede ser peligrosa. A la inversa, trabajar por debajo del límite inferior de temperatura del crisol también puede provocar problemas como la oxidación. La selección del crisol y su temperatura de funcionamiento deben ajustarse a las prácticas de fusión y mantenimiento de los metales o aleaciones específicos que se procesan. Los hornos de crisol son versátiles, capaces de fundir una amplia gama de materiales, incluidos metales, aleaciones, vidrio y cerámica, y ofrecen un control preciso de la temperatura, lo que los hace adecuados para aplicaciones que requieren una regulación exacta de la temperatura.
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