El metal más difícil de fundir suele ser el wolframio, que tiene una temperatura de fusión muy alta, de 3410 °C. Este punto es muy superior al de la mayoría de los demás metales, lo que lo convierte en un ejemplo perfecto de metal refractario. Esta temperatura es muy superior a los puntos de fusión de la mayoría de los demás metales, lo que lo convierte en un excelente ejemplo de metal refractario. Los metales refractarios se definen por sus altas temperaturas de fusión, excelente resistencia a la corrosión, resistencia a la abrasión y su superior resistencia térmica y mecánica.
El wolframio no sólo es difícil de fundir debido a su elevado punto de fusión, sino también porque requiere unas condiciones específicas para evitar la oxidación y otras formas de contaminación. Por eso se suele utilizar la soldadura al vacío cuando se trabaja con tungsteno y otros metales refractarios. La soldadura al vacío garantiza que el metal no esté expuesto al oxígeno ni a otros gases reactivos que podrían alterar sus propiedades o causar defectos en la soldadura.
Otros metales refractarios son el molibdeno, el niobio, el tantalio y el renio. Estos metales también son difíciles de fundir y requieren precauciones similares y equipos especializados. El molibdeno, por ejemplo, se utiliza comúnmente en hornos de vacío debido a su coste relativamente más bajo en comparación con el tungsteno, pero aún así requiere una manipulación cuidadosa y un control preciso de la temperatura debido a su alto punto de fusión y al aumento significativo de la resistividad cuando se calienta.
En resumen, el wolframio destaca como el metal más difícil de fundir debido principalmente a su punto de fusión extremadamente alto y a la necesidad de entornos controlados para evitar la oxidación y mantener su integridad. El uso de soldadura al vacío y hornos especializados es crucial para trabajar con tungsteno y otros metales refractarios, garantizando la conservación de sus propiedades únicas durante el proceso de fusión.
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