La temperatura del temple al vacío puede alcanzar hasta 1.300°C y, en algunos casos, para materiales refractarios, las temperaturas del horno pueden superar los 1.600°C. Este proceso de alta temperatura se lleva a cabo en un entorno de vacío para evitar la oxidación y mejorar las propiedades mecánicas del metal tratado. El entorno de vacío garantiza que el metal se caliente en ausencia de oxígeno, utilizando normalmente gases inertes como el nitrógeno para el enfriamiento. Este método permite un control preciso de la temperatura y la velocidad de enfriamiento, lo que da lugar a un resultado uniforme y de alta calidad en términos de dureza y resistencia en toda la sección transversal de la pieza metálica. El proceso también minimiza la descarburación superficial y refina la estructura de grano austenítico, cumpliendo las normas internacionales sobre propiedades de los materiales.
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