Durante el proceso de tratamiento térmico, pueden alterarse diversas propiedades de metales y aleaciones. Estos cambios son cruciales para adaptar los materiales a aplicaciones específicas y mejorar sus prestaciones.
Explicación de 4 cambios clave
1. 1. Ductilidad y dureza
Los procesos de tratamiento térmico como el recocido y el revenido se utilizan para aumentar la ductilidad y la tenacidad de los metales.
El recocido consiste en calentar el metal a una temperatura determinada y enfriarlo después lentamente. Esto alivia las tensiones internas y hace que el metal sea más dúctil y menos quebradizo.
El revenido, que suele realizarse después del temple para endurecer el metal, consiste en recalentarlo a una temperatura más baja. Esto aumenta la tenacidad al reducir la dureza y la fragilidad causadas por el temple.
2. Dureza y resistencia
Procesos como el temple y la cementación en caja se emplean para aumentar la dureza y resistencia de los metales.
El temple consiste en calentar el metal y enfriarlo rápidamente, normalmente en agua o aceite. Esto endurece el metal creando una estructura martensítica.
La cementación en caja consiste en añadir carbono u otros elementos a la superficie del metal a altas temperaturas. De este modo se forma una capa superficial dura y resistente al desgaste, al tiempo que se mantiene un interior más blando y resistente.
3. Estructura del grano y microestructura
El tratamiento térmico también puede alterar la estructura del grano y la microestructura de los metales, lo que afecta directamente a sus propiedades mecánicas.
Por ejemplo, la transformación del hierro de su forma alfa (baja temperatura) a su forma gamma (alta temperatura) permite la acomodación de átomos de carbono. Esto puede modificar la dureza y la ductilidad del acero.
El control de la velocidad de difusión y enfriamiento durante el tratamiento térmico manipula el tamaño y la composición del grano, influyendo en el comportamiento mecánico global del metal.
4. Atmósfera controlada y factores ambientales
El entorno durante el tratamiento térmico, como el uso de atmósferas controladas o sales fundidas, también puede influir en las propiedades del metal.
Al eliminar elementos reactivos como el oxígeno, se pueden controlar las propiedades superficiales del metal. De este modo se evitan reacciones no deseadas que podrían dar lugar a una dureza o blandura no uniforme en todo el componente.
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